jueves, 25 de agosto de 2011

El poder de la elegancia

Observamos como cada día se hace más patente lo que significa el aspecto físico en las relaciones personales y profesionales.El hombre cada vez le da más importancia a su aspecto y lo cuida como no lo había hecho hasta ahora.

Los hombres  de esta generación se cuidan mucho más que los de las de generaciones anteriores y además de dedicar tiempo a hacer deporte, incluso acude a centros de belleza para realizarse una limpieza de cara y además cuida su alimentación. Todo esto no significa que tenga que perder su aspecto más varonil.



Es importante cuidar la vestimenta pero sobre todo el aseo personal resulta fundamental. Unas uñas sucias o mal cortadas, un cabello mal peinado, una barba mal cuidada etc., destruirán ese buen efecto que un elegante traje haya podido causar.

Y si el físico se ha convertido en un arma muy poderosa en las relaciones personales y profesionales al poder atraer o alejar la atención sobre nosotros y nuestro mensaje, el aspecto que imprime la ropa que se vista al conjunto final no hace más que aumentar dicha atracción o rechazo.

Por ello, ya no sorprende que los personajes públicos, y no solo los políticos, cuenten con asesores de imagen que les recomienden sobre cómo sonreír, moverse, saludar, mostrarse ante las cámaras y como no podía ser de otra manera cómo y qué vestir en cada circunstancia y lugar.

En un mundo donde la toma de decisiones cada vez es más rápida y donde, tristemente, cada día resulta más difícil profundizar en el aspecto humano de las mismas, el mensaje que cada interlocutor lanza al exterior con su aspecto se convierte en un arma muy poderosa además de muchas veces también decisiva.

Una de las cosas que se enseña a los estudiantes de derecho es la importancia de recibir a los clientes en un despacho cuidado que transmita una imagen de éxito. Aunque no tenga por qué ser así, de ser recibidos en una sala donde los sillones parezcan viejos o la pintura esté en malas condiciones muchos de nosotros podríamos llegar a poner en tela de juicio el éxito de aquel que nos va a representar.

Por el contrario, si un letrado nos recibe en un despacho elegante, con muebles y elementos decorativos lujosos pensaremos que para poder haber hecho frente al pago de los mismos el abogado allí presente tiene que representar con gran éxito los intereses de sus clientes.

Y esto puede ser perfectamente extrapolable a la mayoría de las profesiones. Sin embargo, en muchas ocasiones no tenemos oportunidad de que sea nuestro despacho o nuestro lugar de trabajo el que hable de nosotros y es solo nuestra persona la responsable de lanzar un mensaje u otro al exterior.

Si nos cruzamos con un hombre donde toda su indumentaria es cuidada con mimo y exquisitez y al mismo tiempo con tal normalidad que parece haber nacido con toda esa ropa ya puesta seguro que podríamos llegar a pensar que acabamos de encontrarnos con un hombre de éxito.

No hay mejor tarjeta de visita de un hombre que una buena imagen exterior. El ir elegantemente vestido y aseado lleva implícito una serie de presunciones como éxito, gusto y posición social que de utilizarlas correctamente pueden ser de una gran ayuda en las relaciones profesionales.

El errar en nuestra imagen exterior nos obligará a posteriori demostrar que detrás de esa borrosa fotografía inicial se esconde una persona bien diferente. Sin embargo, no se puede olvidar que no siempre se tiene la oportunidad de cambiar lo que nuestra imagen exterior ha transmitido en esa primera instantánea.

Por el contrario, de haber enviado con nuestro atuendo el mensaje adecuado además de hacernos partir en una buena posición también nos da cierta ventaja respecto a nuestros potenciales competidores. Igualmente, siempre resultará más fácil afianzar una buena impresión inicial que no tener que dar la vuelta a una mala.
El ser humano se forma una opinión de los que le rodean en solo cuestión de minutos siendo luego muy difícil que se cambie de parecer. Igualmente, y aunque muchas veces de forma injusta, esa opinión se forma solo en base a la imagen exterior de cada uno. Y es dicha imagen exterior la que hace que, por ejemplo, nos den entrada al local de moda, nos reciba el responsable de un comercio o se nos indique en la calle algo tan sencillo como cómo llegar a esa dirección que no somos capaces de encontrar.

Las relaciones profesionales vienen marcadas por una superficialidad lo que obliga cada día más y en todos los ambientes a vigilar tanto el contenido como el continente de los mensajes. No solo son nuestras palabras el mensaje, sino también lo son los gestos, la mirada y, por supuesto, el atuendo que a ellas acompaña.

Como decía el Conde de Chesterfield: “el estilo es el ropaje del pensamiento; y un pensamiento bien vestido, como un hombre bien vestido, se presenta mejor”.



Vi&Be

1 comentario:

  1. Para Oscar Wilde, La única manera de adquirir una elegancia perfecta era teniendo una educación perfecta. Y yo apuntillo .. una educación perfectamente SENCILLA.
    Belén

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