Cuando uno se siente cómodo con una corbata y le tiene aprecio estético, desea conservarla el mayor tiempo posible. Para ello, es preciso adoptar algunas precauciones; principalmente, evitar maltratos, prevenir manchas y guardarla convenientemente.
El maltrato de la corbata se produce, casi siempre, a la hora de hacer el nudo y deshacerlo. No debe olvidarse que una corbata no es una soga, sino un complemento delicado, que ha de ser tratado con mimo: ajustar y fijar un nudo no es cuestión de fuerza, sino de elemental habilidad. Un nudo excesivamente apretado, al igual que el descuido al deshacerlo, hace que la corbata padezca y acabe por desarticularse.
Problema de máxima gravedad son las manchas, que deben evitarse a toda costa; el máximo riesgo se registra con ocasión de comidas y cenas fuera de casa; el remedio es no llevar, entonces, una corbata particularmente estimada o salvaguardarla con la debida atención. Pudiera parecer que una mancha es una cuestión menor, que se resuelve con mandar la corbata a una tintorería acreditada. No es así: tras el paso por dicho establecimiento, la corbata quedará inmaculada, pero también arruinada; sus bordes semicilíndricos y gruesos dejarán paso, tras el planchado, a una arista rectilínea: la corbata habrá perdido su tersura, caída y elegancia. Llegado el problema, es preferible una limpieza localizada y artesana, con talco o similar. Por la razón susodicha, para evitar engrasar el área del nudo, éste debe hacerse con las manos impecables, escrupulosamente limpias.
Por último, la mejor forma de guardar la corbata es hacerlo en un cajón o caja alargada, para hacer una sola doblez. Si no se cuenta con la posibilidad anterior, se puede recurrir a percha de corbatas; si bien éstas, al igual que en la primera opción, no deben ser despojadas de su funda de celofán, que las preserva del polvo y la suciedad.
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El maltrato de la corbata se produce, casi siempre, a la hora de hacer el nudo y deshacerlo. No debe olvidarse que una corbata no es una soga, sino un complemento delicado, que ha de ser tratado con mimo: ajustar y fijar un nudo no es cuestión de fuerza, sino de elemental habilidad. Un nudo excesivamente apretado, al igual que el descuido al deshacerlo, hace que la corbata padezca y acabe por desarticularse.
Problema de máxima gravedad son las manchas, que deben evitarse a toda costa; el máximo riesgo se registra con ocasión de comidas y cenas fuera de casa; el remedio es no llevar, entonces, una corbata particularmente estimada o salvaguardarla con la debida atención. Pudiera parecer que una mancha es una cuestión menor, que se resuelve con mandar la corbata a una tintorería acreditada. No es así: tras el paso por dicho establecimiento, la corbata quedará inmaculada, pero también arruinada; sus bordes semicilíndricos y gruesos dejarán paso, tras el planchado, a una arista rectilínea: la corbata habrá perdido su tersura, caída y elegancia. Llegado el problema, es preferible una limpieza localizada y artesana, con talco o similar. Por la razón susodicha, para evitar engrasar el área del nudo, éste debe hacerse con las manos impecables, escrupulosamente limpias.
Por último, la mejor forma de guardar la corbata es hacerlo en un cajón o caja alargada, para hacer una sola doblez. Si no se cuenta con la posibilidad anterior, se puede recurrir a percha de corbatas; si bien éstas, al igual que en la primera opción, no deben ser despojadas de su funda de celofán, que las preserva del polvo y la suciedad.
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